Un huracán que transitamos "un paso a la vez de la mano de Dios" ha sido el lema de este año.
Coincidió, y como nada es coincidencia, con el Año del Sagrado Corazón. Y es que su Amor se ha sentido tanto… en este año que nos sacudió. Comenzamos el 28 de abril con una noticia que nadie quiere escuchar, llena de miedo e incertidumbre.
El más pequeño de la familia tenía cáncer. Pero más allá del diagnóstico, que tomó tiempo encontrar, el deterioro de su cuerpo y el estado al que la enfermedad lo llevó nos partieron el alma. Transitar solos no es opción, Dios en especial a nosotros nos puso en una gran familia. Primer aprendizaje: nunca estamos solos. Dar la oportunidad al otro de ayudar es ser también un instrumento del amor de Dios. Tener la humildad de pedir ayuda, entendiendo que Dios tiene el control, va aliviando el alma.
Yo aprendí que no se puede uno callar las alegrías o las dificultades, que nuestra vida es testimonio y, puesta en manos de Dios, dará frutos. Aquí decimos que necesitamos contar todo, “hasta para que nos acompañen en oración”. ¡Y es que cómo se sienten las oraciones! ¡Gracias! La cantidad de milagros que vimos y vemos en el camino es algo que no deja de admirarme. Dios ha ido preparando el camino, y lo que para todos (incluso a veces para nosotros) ha sido una tragedia, realmente ha sido un regalo: un camino de milagros.
Seis meses y un poco más de este camino en el que Dios ha ido moviendo las fichas; en el que, cuando hemos querido imponer nuestra voluntad sobre la de Dios, la hemos pasado mal; y en el que hemos ido sostenidos por un equipo de contingencia en el cielo y en la tierra, que ha estado completamente conectado.
¿Por qué lo comparo con un huracán? Porque ha sido así, por partes (y me recuerda los relatos de Hugo Fernando sobre su vivencia en el huracán Andrew). Mayo se pasó en Solca, un periodo para recuperar fuerzas, entender qué estaba pasando y encontrar un plan. Agradecemos a Solca por ser hogar. Nos abrieron las puertas, nos trataron como en casa. Pasamos de pronósticos no tan alentadores a voces de mucho optimismo. Se inició la primera fase, y cuando salimos con un plan… no se cumplió. Hubo opiniones divididas, pero al final estamos para acompañar y respetar el proceso.
Hugo Andrés recuperaba fuerzas, y las lesiones parecían disminuir lentamente. Tuvimos un periodo de calma, con el corazón encogido, por la incertidumbre, pero viendo que cada día estaba más fuerte, sin saber que estábamos en la calma del ojo del huracán.
A finales de julio nos llegó la cola y nos sacudió con fuerza. El cáncer hizo un giro “inesperado” hacia el cerebro. Ahora el miedo nos atacó de nuevo, pero contábamos con sus oraciones, las de tantas personas que, con sus Santos Amigos, se unieron y se hicieron presentes. En esta etapa el cielo se hizo más presente que nunca. Por eso sabemos que no estamos solos. Hay un ejército en el cielo y en la tierra.
Tantas advocaciones marianas… La Rosa Mística en especial: por medio de sueños a amigos lejanos ha llegado a nosotros. El Santo Padre Pío llegó primero, acompañándonos en cada paso de este camino. El Santo Hermano Miguel, sin saberlo, llegó en forma de reliquia a los pies de Hugo en UCI. Jesús de la Misericordia nos hizo un tremendo milagro.
Una convulsión de 11 minutos (lo sé porque es lo que toma rezar la coronilla de la Misericordia) que fue lo que rezamos frente al vidrio de la cama en UCI, mientras los doctores, alterados, trataban de controlar la presión en el cerebro. En esos 11 minutos salieron a pedirnos permiso para intubarlo. Llamé a Fio, que había salido hace nada, para que regresara. Cuando terminamos la coronilla, mi mamá se fue con el corazón destrozado. Al regresar del ascensor escuché: “Se revirtió”. ¡Once minutos! Tu equipo de contingencia y el mío hicieron fuerza. Y eso permitió que desde ahi, cada hora, fuera un progreso para mejor.
Tuvimos más sustos, sí, pero Dios y la Virgen nos hicieron saber que no teníamos que temer. En cada duda había señales que nos devolvían la confianza. Pequeñas muestras.
El equipo de médicos puesto por Dios, ustedes también, puestos por Dios. El dinero preocupaba, pero Dios nos hizo ver que no teníamos por qué preocuparnos. Nunca faltó, ni ha faltado. Donaciones generosas llegaban en el momento exacto y por los montos necesarios para que eso no fuera una excusa para parar el tratamiento. ¡No hay forma de estar más agradecidos!
Cuando nuevamente pudo salir de Solca, a los dos días ingresamos, ahora con mi papá, a la clínica Kennedy. Una infección le hizo perder un dedo, pero también fue una nueva oportunidad.
Dios es un Dios de orden. Tal vez nos está dando una oportunidad para ordenar nuestras prioridades. Se perdió un dedo, pero se ganó un equipo médico y la oportunidad de trabajar en equipo. Nos introdujeron a nuevas formas de vivir, a las que aún nos estamos adaptando, pero que, de la mano de Dios, vamos asumiendo día a día.
Acepté tener ayuda y soltar lo que no puedo sostener. No puedo estar más agradecida del equipo médico que Dios le puso a Hugo papá también. Todos lo tratan con cariño, más que médicos, amigos. Incluso los que llegaron sin conocernos nos presentaron un camino que al principio nos dio miedo, pensando: “Esto es para siempre; no es sostenible”. Pero poco a poco todos vamos aprendiendo y creando equipo para que esto no sea pesado. Vamos avanzando "un paso a la vez, de la mano de Dios."
He aprendido que cada situación es una enseñanza. Desde el rol en el que estamos todos tenemos que aprender algo, aprender a soltar el control, a aceptar las situaciones actuales, a empatizar, a actuar desde el amor, a tener humildad, a aceptar la ayuda recibida, a ir un paso a la vez sin agobiarnos por lo que podria pasar y tener paciencia. Cada uno tiene sus tiempos de aprendizaje y de asimilar las cosas.
Nadie tiene la obligación de hacer nada, pero en equipo todo es más llevadero. Las alegrías se multiplican y las dificultades se dividen. Los duelos, ya sean de cambios o de pérdidas, cuestan al comienzo un poco más, pero luego aprendemos a vivir con ellos. Hoy las cosas pintan mejor. Y celebramos el presente, hoy se siente que el huracán ya nos está abandonando, junto con el fin del año dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, no sabemos nada del futuro, este camino nos ha enseñado a vivir en el presente...
Se ha sentido cada día el amor infinito de Jesús en este camino que, si bien aún continúa, se respira con más calma. Si estás atravesando un huracán, te entiendo, te abrazo y oro por ti. Espero que mis oraciones te sostengan como a nosotros nos han sostenido las tuyas.
Que Dios bendiga cada uno de tus días.
Maite
3 comentarios
Martes me ha emocionado tu escrito
De la mano de Dios todo se puede
Te admiro muchísimo maite, lo que escribes es una inspiración divina para muchos.. te mando un abrazote y todas mis oraciones!
Maite. Te leo y me emociono como Dios va obrando en nuestras vidas y ustedes están abiertos a escucharlo y sentir como va obrando milagros, pequeños pero va obrando. Espero que siga recuperándose hay que tener calma, serenidad y confiar confiar que El está ahí a nuestro lado. Estoy segura que lo sientes y vives ese amor de Dios en cada paso. Rezo por ustedes y por tu hermano.